martes, 27 de octubre de 2020

LA PINTURA NAIF Y SIMBOLISMO

 





LA PINTURA NAIF

                                                La encantadora de serpientes. 

Pintura de Henri Rousseau

La denominación naíf, naif o naïf (del francés naïf, 'ingenuo') se aplica a la corriente artística caracterizada por la ingenuidad y espontaneidad, el autodidactismo de los artistas, los colores brillantes y contrastados y la interpretación libre de la perspectiva o incluso la ausencia de ella.

El concepto naíf alude no solo a cierto estilo, aplicado en el arte, sino que se formaliza en una graciosa falta de conocimientos técnicos y teóricos: en algunos casos suele faltar un sistema de perspectiva o un punto de fuga, así como un ajustado criterio de las proporciones o un elaborado trabajo cromático, por lo que podríamos decir que los autores pintaban lo que ellos deseaban o les parecía más adecuado sin atenerse a ninguna norma. En este sentido lo naíf puede estar dado por dos motivos distintos aunque no excluyentes: en primer lugar una ingenuidad (que ronda la "ignorancia" respecto a las técnicas y teorías para realizar obras de arte) y, en segundo lugar, una búsqueda (consciente o no) de formas de expresión que evocan a la infancia. En el primer caso, la sencillez aparente es un elaborado esfuerzo de evocaciones; en el segundo, para que el naíf sea auténtico, la intención prístina ha de ser precisamente expresar formalmente lo que evoque a una infancia supuestamente ingenua. Este punto es clave: un arte pseudonaíf revela un objetivo materialista comercial dedicado a un público-meta que puede ser potencial comprador.


Generalmente, esta ignorancia de tendencia infantil se intensificaría como una sintetización de los objetos componentes de la realidad, a partir de una intuición no minuciosa y primaria.

El interés por la frescura y el lirismo, se desarrolla primero en Francia a fines del siglo XIX, de la mano del  "El Aduanero" Henri Rousseau (Le Douanier Rousseau).




LA PINTURA SIMBOLISTA

EL CÍCLOPE, DE ODILON REDON


La pintura simbolista fue una de las principales manifestaciones artísticas del simbolismo, un movimiento cultural surgido a finales del siglo xix en Francia y que se desarrolló por diversos países europeos. El inicio de esta corriente se dio en poesía, especialmente gracias al impacto de Las flores del mal de Charles Baudelaire (1868), que influyó poderosamente en una generación de jóvenes poetas entre los que destacan Paul VerlaineStéphane Mallarmé y Arthur Rimbaud. El término «simbolismo» fue acuñado por Jean Moréas en un manifiesto literario publicado en Le Figaro en 1886. Las premisas estéticas del simbolismo pasaron de la poesía a otras artes, especialmente la pintura, la escultura, la música y el teatro. La cronología de este estilo es difícil de establecer: el punto álgido se encuentra entre 1885 y 1905, pero ya desde los años 1860 había obras que apuntaban al simbolismo, mientras que su culminación puede establecerse en el inicio de la Primera Guerra Mundial.

En pintura, el simbolismo fue un estilo de corte fantástico y onírico que surgió como reacción al naturalismo de la corriente realista e impresionista, frente a cuya objetividad y descripción detallada de la realidad opusieron la subjetividad y la plasmación de lo oculto y lo irracional; frente a la representación, la evocación o la sugerencia. Así como en poesía el ritmo de las palabras servía para expresar un significado trascendente, en pintura se buscó la forma de que el color y la línea expresasen ideas. En este movimiento, todas las artes estaban relacionadas y así a menudo se comparaba la pintura de Redon con la poesía de Baudelaire o la música de Debussy.

Este estilo puso un especial énfasis en el mundo de los sueños y el misticismo, así como en diversos aspectos de la contracultura y la marginalidad, como el esoterismo, el satanismo, el terror, la muerte, el pecado, el sexo y la perversión —es sintomático en este sentido la fascinación de estos artistas por la figura de la femme fatale—. Todo ello se manifestó en consonancia con el decadentismo, una corriente cultural finisecular que incidía en los aspectos más existenciales de la vida y en el pesimismo como actitud vital, así como la evasión y la exaltación del inconsciente. Otra corriente ligada al simbolismo fue el esteticismo, una reacción al utilitarismo imperante en la época y a la fealdad y materialismo de la era industrial. Frente a ello, se otorgó al arte y a la belleza una autonomía propia, sintetizada en la fórmula de Théophile Gautier «el arte por el arte» (L'art pour l'art). Algunos artistas simbolistas también estuvieron vinculados a la teosofía y a organizaciones esotéricas como los Rosacruz.2​ Cabe señalar que estilísticamente hubo una gran diversidad dentro de la pintura simbolista, como se denota comparando el exotismo suntuoso de Gustave Moreau con la serenidad melancólica de Pierre Puvis de Chavannes.​

El simbolismo pictórico estuvo relacionado con otros movimientos anteriores y posteriores: se suele considerar al prerrafaelismo como un antecedente de este movimiento, al tiempo que ya comenzado el siglo xx entroncó con el expresionismo, especialmente gracias a figuras como Edvard Munch y James Ensor. Por otro lado, se consideran simbolistas o directamente relacionadas con el simbolismo algunas escuelas o asociaciones artísticas como la Escuela de Pont-Aven o el grupo de los Nabis.4​ También fueron herederos en cierta medida del neoimpresionismo, cuya técnica puntillista fue la primera en romper con el naturalismo impresionista. Por otro lado, el postimpresionista Paul Gauguin ejerció un poderoso influjo en los inicios del simbolismo, gracias a su vinculación con la Escuela de Pont-Aven y el cloisonismo. Esta corriente estuvo vinculada también al modernismo, conocido como art nouveau en Francia, Modern Style en Reino UnidoJugendstil en AlemaniaSezession en Austria o Liberty en Italia.

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